Matutina Génesis 9:8-17
Vespertina Ezequiel 1:28
Transcurrían los últimos días de diciembre del 2016 y los primeros del 2017. El ambiente en Volcán de Chiriquí rebosaba de trabajo, expectación y alegría.
Se nos acercaba, a pasos agigantados, la Conferencia Juvenil Internacional. En esa temporada del año se da la transición de la época lluviosa a la estación seca. Son días bellísimos de fresca brisa, cielo intensamente azul y algodonosas nubes; y en los que las lluvias pugnan por no alejarse. Durante muchos días aparecieron vistosos e imponentes arco iris, teniendo como telón de fondo las laderas y oquedades del majestuoso volcán Barú.
Siempre nos ha dejado arrobados la belleza y perfección del arco iris. “Este fenómeno óptico solo lo podremos observar cuando estamos situados frente a una cortina de lluvia y tenemos el sol a nuestra espalda”. Nunca he podido verlo de forma completamente circular, lo cual solo es posible desde la cumbre de una montaña o desde un avión. Sus siete colores divinamente dispuestos: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta, nos hacen exclamar siempre, ¡oh, qué belleza!
El todopoderoso Dios le indicó a Noé que esta maravilla natural le serviría de señal, de ahí en adelante, que no volvería a traer un diluvio sobre la tierra. Quería el Señor que cuando los niños, miles de años más tarde, preguntasen por la belleza del glorioso arco que se extiende por el cielo, los padres les repitiesen la historia del diluvio y su significado eterno.
El profeta dice: “Cual parece el arco del cielo que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor”. Ezequiel 1:28. ¡Oh, Dios! Nos inclinamos reverentes ante las maravillas de tu creación.
-Adolfo Rodríguez
El arco iris simboliza la misericordia y la fidelidad de Dios.