Matutina 1 Reyes 14:11-18
Vespertina Proverbios 16:31
Ya el viejo siervo de Dios, Ahías, con sus pupilas en perpetuas tinieblas, no podía ver los diáfanos amaneceres ni los radiantes fulgores de las tardes.
Tal vez en algún rincón de su memoria yacían, difusos, los recuerdos de las facciones de sus personas queridas, los contornos tan amados del Carmelo y de Hermón y la magnificencia de las noches tachonadas de estrellas.
Ya no disfrutaba las bellezas del cielo azul, del reverdecer de los campos en la primavera, la hermosura de los dorados trigales de Jezreel ni la excelsa belleza de las rosas de Sarón. Pero estos dones gloriosos de la vida terrenal se quedaban pequeños ante la grandeza celestial que había en su alma; él estaba con Dios y Dios estaba con él. Dios era el centro de su vida y por ello se complacía en amarle y obedecerle fielmente.
Victor Hugo, genial escritor francés, después de haber cumplido los 80 años, expresó su fe religiosa con estas sublimes sentencias: “La vida futura puedo palparla en mí mismo. Yo soy como un bosque que ha sido cortado más de una vez. Las nuevas germinaciones tienen más vida que nunca. Siento que me elevo hacia el cielo. La luz del sol está sobre mi cabeza. La tierra me da su savia generosa, pero el cielo me ilumina con sus mundos desconocidos y eternos”.
-Giovanni Ruano
Ningún otro estandarte se agita en las manos de los profetas, sino el estandarte de Dios.
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